Decir que somos agresivos por naturaleza no conlleva, pues, a
aceptar que también por naturaleza somos violentos. No hay violencia si no hay
cultura. La violencia no es un producto de la evolución biológica, de la
bioevolución como se dice frecuentemente. Es un resultado de la evolución cultural, de la llamada
en sentido amplio «tecnoevolución», porque la técnica ha desempeñado un papel
crucial en la configuración de la violencia. En efecto, a medida que el ser
humano, a través de la utilización de la técnica, se ha ido «civilizando»,
también se ha ido haciendo más violento. Y no olvidemos tampoco que la técnica
incrementa la violencia de los seres humanos porque reduce la acción de
nuestros inhibidores naturales de la agresividad: a mayor «distancia» de la
víctima, mayor probabilidad de violencia. No es lo mismo matar a una persona
retorciéndole el cuello (en cuyo caso, sus gestos, quejidos, postura, etcétera
activarían los inhibidores de nuestra agresividad) que matarlo simplemente
apretando un gatillo (lo que no activaría tales inhibidores).
Ovejero, Smith, & Yubero (2013, pág. 15) Citando a Sanmartín
(2004, pág. 22)
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